Si nos organizamos... (Nota1/2)

Es tanto lo que se está llevando el campo, a pesar de alguna sequía, a pesar del aumento de costos, que la mayoría de los patrones rurales prefirieron pagar el revalúo antes que meterse en un quilombo, como hace 4 años atrás. El lock out pasó sin pena ni gloria.

Eso marca una crisis de representatividad, por tanto la Mesa de Enlace encabezada por Rubén Ferrero (CRA), Eduardo Buzzi (FAA), Hugo Biolcati (SRA) y Juan Carlos Garetto (Coninagro), no logró movilizar a sus representados. Esto deja una enseñanza: no cabe esperar solidaridades cruzadas -no entre las bases- cuando el fenómeno del revalúo no afecta a todos por igual. Lo que intentó ser un reclamo organizado, quedó apenas en un reclamo de cúpulas.


Es tanto lo bien que están algunos en las ciudades más importantes del país que sólo se quejan por no poder especular contra el Estado como en otras ocasiones. El domingo salió una recomendable nota de Aronskind que se pregunta ¿por qué el Estado debe convalidar la especulación y no defender, en cambio, a los que se perjudicarían con esas especulaciones? Y propone la generación de instrumentos de ahorros para los que quieren llegar a la casa propia. Interesante.

El cacerolazo tiene un problema con la organización, y con la difusión social de sus confusas demandas. Se organizan primariamente pero no reclaman, ni pueden identificar una conducción. La oposición no logra representar, ni mucho menos organizar, estos reclamos, dado que su impronta individualista de este sector urbano no coincide con ningún tipo de organización.

En todos los casos se trata de cambiar el rol del Estado, eso se reclama, pero la mejor forma de reclamar frente al Estado es de manera organizada, con política. Y en efecto, en un escenario donde el Estado propicia esa forma de acción, los que se muestran en contra son los que no están dispuestos a organizarse, los que detestan organizarse porque eso implica hacer política y contemplar posiciones e intereses (propios y no tanto).

¿Y por qué ocurre esto? Porque los que se sienten distintos, mejores, quieren liberarse del Estado para ejercer esas presuntas diferencias. Un Estado que lucha por la igualdad y el bienestar social de cada vez porciones mayores de la población choca con los sectores económicos (grandes empresas) y sociales (sectores urbanos y rurales acomodados) que se creen distintos. La liberación de los sectores vulnerables, requiere del Estado, a diferencia de la libertad de los sectores pudientes.

Son minorías: 10.000 personas -menos de una manzana- en la Ciudad de Buenos Aires se quejaron el jueves con cacerolas, los grandes campos de la provincia de Buenos Aires pasarán de pagar $47 por ha a $76 por ha, en un contexto donde la hectárea de soja rinde más o menos $1500 por hectárea netos. Este impuesto por otro lado, tendrá impacto sólo en un 38% de las partidas rurales de la provincia. No parece que haya mucho de qué quejarse.

Es curioso porque los sectores urbanos acomodados quieren dólares, por temor a que sean cada vez más caros, o sea, quieren especular contra el peso y contra el poder adquisitivo de los que menos tienen, pero por otro lado, el campo estaría esperando a que el dólar aumente para vender su producción al exterior. En esta puja el Estado no se escondió. Impidió que aumente el dólar, controló las importaciones, y se mantuvo fuerte en la puja distributiva cuidando a los que menos tienen, que son la mayoría, y que son los que pueden perjudicarse si la especulación contra el peso se concretara.

Este Estado no es ciertamente sólo capitalista, es un Estado social, que incluye a todos los sectores, buscando que la armonía de clases ocurra en función del bienestar de sus partes. Es decir, se atiende las necesidades de la mayoría. Es un Estado distinto. Al que ya habría que ponerle un nombre particular.

(continúa en el próximo post)

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