Amada por seguidores y temida por adversarios

"Y aquí se presenta la cuestión de saber si vale más ser temido que amado. Respondo que convendría ser una y otra cosa juntamente, pero que, dada la dificultad de este juego simultáneo, y la necesidad de carecer de uno o de otro de ambos beneficios, el partido más seguro es ser temido antes que amado. (...) Hablando in genere, puede decirse que los hombres son ingratos, volubles, disimulados, huidores de peligros y ansiosos de ganancias. Mientras les hacemos bien y necesitan de nosotros, nos ofrecen sangre, caudal, vida e hijos, pero se rebelan cuando ya no les somos útiles. El príncipe que ha confiado en ellos, se halla destituido de todos los apoyos preparatorios, y decae, pues las amistades que se adquieren, no con la nobleza y la grandeza de alma, sino con el dinero, no son de provecho alguno en los tiempos difíciles y penosos, por mucho que se las haya merecido. Los hombres se atreven más a ofender al que se hace amar, que al que se hace temer, porque el afecto no se retiene por el mero vínculo de la gratitud, que, en atención a la perversidad ingénita de nuestra condición, toda ocasión de interés personal llega a romper, al paso que el miedo a la autoridad política se mantiene siempre con el miedo al castigo inmediato, que no abandona nunca a los hombres." Niccolò Machiavelli: El Príncipe.

Los Kirchner no sólo han logrado interpretar su tiempo en el poder como pocos, sino que además han logrado que ese tiempo tenga una lógica inclusiva de los estratos sociales vulnerables de la Argentina. En efecto, la ecuación es muy simple: la importancia que tienen los sindicatos y la organización de los trabajadores es producto de mayor niveles de trabajo y producción nacional. En esta importancia, más allá de las lógicas políticas de sus dirigentes, es que se puede corroborar el momento de restauración que transita el país.


No obstante lo cual, aún resta sumar a varios sectores de la población, de eso se trata el proyecto actual: de profundizar el modelo. Y es por ello mismo que es tan difícil conversar con los representantes de los sectores que ya gozan de los beneficios del modelo. Porque el ingreso de los que aún no tienen trabajo registrado, o se encuentran bajo la línea de pobreza o indigencia requiere cuidar las presiones de los actores ya incluidos al sistema.

Claramente la incorporación de los postergados es imposible sin la articulación desde el Estado de los otros actores de la economía y la sociedad. Cuidar los precios, el trabajo, el crecimiento, la producción y la plena autonomía del Estado son ingredientes fundamentales de esa incorporación. La sintonía fina constituye una aprehensión que convoca a todos.

Es en esta sabiduría que la presidenta convoca al amor de la sociedad. Porque ha logrado un Estado fuerte que piense en todos, que de a poco ha logrado reconstruir el tejido productivo nacional con mención en las manufactura y en la restauración regional; ha crecido en la reparación de los lazos familiares, porque detrás del trabajo y la expectativa de futuro las familias se encuentran en el afecto, en el marco de una cultura de la integración social; ha posicionado a la Argentina nuevamente en el podio latinoamericado de los seguros sociales, gracias al nivel de las jubilaciones y a la incorporación de los viejitos que no gozaban de jubilación; y ha logrado, en definitiva, mostrar que a través de la política, y de la articulación del conflicto que va de suyo, otro bienestar social es posible en la Argentina.

Por todo lo cual, 2011 mostró entre sus grandes conquistas un apoyo a la presidenta que expresa todo lo mencionado. Y no es casual, en ese sentido, que el pueblo muestre su apoyo a la misma persona que expresa el proyecto político, nacional, popular, democrático, inclusivo y reparador, que lo trajo hasta aquí. El punto aquí es que no se trata de un apoyo liviano o cuantitativo, sino de uno intenso, cualitativo.

Un proyecto que le devolvió al Estado un lugar de privilegio en la reparación de los males históricos de la Argentina, merece el amor del pueblo, y como contraparte, es natural que los poderosos la teman. Como decía Maquiavelo, no es posible disciplinar a ningún actor si no existe temor, y aquí estamos.

Así, llegamos a un punto notable de la historia argentina, sólo comparable a los años del primer Perón: grandes porciones del pueblo (clases baja y media, los trabajadores y parte de los empresarios) quieren a su presidenta, se podría decir que la aman, mientras que la clase alta (y la oposición política divagante) le teme. A tal punto que los sectores que dejan de amarla, pasan automáticamente a temerle, al mismo tiempo que sigue sumando afecto desde pasiones individuales que se suman y dejan de temerle.

Es un escenario particular. Es un escenario de integración y cohesión. Con una sola nota agridulce: en 2015 cuando termine su mandato algunos actores pueden suponer que están en condiciones de presionar por encima de sus posibilidades y generar un escenario que tienda hacia nuevos puntos de equilibrio político, social y cultural. Por eso se repite la idea de institucionalizar el cambio, porque es una forma de asegurarnos que esos nuevos equilibrios se van a parecer mucho a los conseguidos en estos ocho años y medio de gestión y gobierno.

Comentarios

Felicitación por tu blog Hernán! muy interesante el post, aunque yo diría que no habrá que esperar al 2015 para ver la presión de ciertos actores, de hecho ya está palpable el ambiente desde la asunción del segundo mandato. Lo importante es que los intereses particulares no primen sobre los comunes y creo que la "sintonía fina" a la que apunta Cristina también gira en torno a ese desafío.

Te voy a agregar en mi lista de blocs favoritos. Abrazooo
mundotario.blogspot.com
Hache dijo…
Gracias Julían! Ahora busco el tuyo. Abrazo

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