Preguntas sobre el segundo semestre

¿La Argentina va a volver a crecer?

Los fundamentos de la economía que se esgrimen desde el Estado, actualmente, muestran un camino de recesión de mediano plazo. Salvo que se modifique alguna tendencia en materia de política económica, un Estado que gasta cada vez menos en términos reales, que redistribuye (por tanto) cada vez menos ingreso, dañando la demanda agregada, como así también el bienestar social de los sectores más vulnerables y el consumo de casi todos los sectores, que invierte cada vez menos en total, genera una caída en la actividad que puede durar un largo tiempo. Además de la restricción fiscal hay contracción monetaria con suba de tasas que genera un refuerzo al ciclo de ajuste que se desplaza también al sector privado.

La Argentina, salvo alguna moficiación en la política económica (promoviendo la demanda, pymes, o sectores industriales estratégicos y volviendo a regular al sector financiero), sólo puede crecer una vez que toque fondo. Y como sabemos, el fondo no llegará sin el doble de desempleo que se veía en 2015 por lo menos (el mejor momento del Estado mínimo -1998- mostraba un piso de 12% de desempleo).

Es posible que haya crecimiento en inversión extranjera y en unidades transnacionales vinculadas a ella, con alguna mínima mejora en eficiencia y tecnología, pero ello no se reflejará en términos agregados.


¿Quiénes ganan y quiénes pierden? 

La manta corta es tironeada hacia el lado de los que más tienen. Las ganancias de los bancos que promediaron un 62% durante el primer trimestre de 2016, en comparación con igual acumulado del año anterior, mientras el consumo minorista caía en ese período 4,2% y la actividad industrial (sin oleaginosas) lo hacía un 4,6%, es una clara muestra de ello.

Es curioso que se hable de vivir todos bien gracias a producir alimentos para 400 millones de personas, pero no se analiza cómo redistribuir el ingreso de los 300.000 productores del campo (está claro que la gran mayoría de ellos no tienen un excedente como para redistribuir, y esto es parte de la falacia).

En un sistema de valorización financiera en la Argentina, ganan los bancos, las multinacionales que brindan servicios cautivos (o más imprescindibles), el gran campo exportador y los trabajadores formales con altos salarios, que acompañan la performance de los sectores mencionados.

En el medio se sitúan muchas grandes empresas transnacionales que logran reconvertir sus negocios para el nuevo sistema productivo menos basado en bienes transables, y surfenado la ola de beneficios financieros que permiten acumular dólares, mientras el Estado se endeuda.

Los grandes perdedores son la mayoría de los trabajadores, empezando por los informales, los jubilados que (por ahora) cobran la mínima, las pymes (comercios, pequeñas y medianas fábricas, el turismo interno), los trabajadores de economías regionales...


¿Habrá impacto en las elecciones de 2017?

No hay forma de saberlo. La intuición indicaría que sería lógico que lo haya. Pero puede no haberlo. Va a depender de la unidad lograda por la oposición y de hasta dónde aprieta con el ajuste el gobierno. Los beneficios de un proyecto de gobierno siempre resuelven problemas para algunos y los costos crean problemas nuevos para otros. Si en esta creación de problemas surgen perjuicios para una parte de la sociedad que los asocia con problemas resueltos por el gobierno anterior, la consecuencia será que esta parte de la sociedad tendrá un voto en sintonía con ello, cosa que de ningún modo implica una buena noticia para las expectativas kirchneristas, ya que ese voto puede ir a otro lado.

Lo que pone en juego Cambiemos es la gobernabilidad de una transformación económica sin sacar a la mayoría de la ciudadanía de sus rutinas, de manera tal de no autogenerarse un masivo clima electoral y -por ende- político en contra.

La hipótesis que uno puede poner a andar aquí es que el tipo de modelo de acumulación de valorización financiera (hasta quí no se ve otro que no sea éste) en algún momento tensiona, o bien la vida cotidiana, o bien los recursos económicos del Estado y las empresas, o bien la gobernabilidad (por ejemplo entre poderes, con las provincias, o con medios y demás partidos políticos). Cosas estas tres que juegan articuladamente. Esa tensión podría demorar mucho más de 4 años, gracias al margen para endeudarse que tiene el gobierno y si se saben manejar las condiciones políticas.

Hasta acá el futuro de ver difícil es, como decía el bueno del maestro Yoda.





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