Mirada sobre la historia de la distribución, con mención en 2016
Cuando se habla de una restauración conservadora a partir de 2016, se está señalando la posibilidad de que se empeore la distribución equitativa del ingreso a partir de ese momento. Esto se vincula con la posibilidad de que en las elecciones gane alguna expresión de la derecha.
Pero hay algo que no se dice, y que la historia ayuda a ver. Tanto en 1976, como en 1989 se iniciaron gobiernos neoliberales que empeoraron la distribución del ingreso, el desarrollo industrial y el poder adquisitivo de los trabajadores, cosa que se vincuala con el deterioro del mercado interno.
La historia muestra que el camino hacia el desarrollo tiene tres pilares: una macroeconomía más o menos estable, una relación manejable entre inflación y redistribución equitativa, y un nivel de endeudamiento que no ahogue la posibilidad del Estado de implementar políticas de desarrollo industrial y social.
En este contexto debe agregarse que tanto en 1976 como en 1989 se consolidaron gobiernos que expresaban un Estado destinado a la concentración económica. Pero hay un detalle que no debe perderse de vista para pensar cómo va a seguir la historia de la Argentina en 2016. Y tiene que ver con la historia económica inmediata anterior.
La concentración económica que lideró la dictadura en realidad comenzó en 1975 con el rodrigazo. En efecto, en 1975 la inflación fue de 182% (la de 1974 no había superado el 25%). La devaluación este año fue de 480%, y 116% en 1976. La inflación en 1976 fue de 444%. Esto da la pauta de que el plan conservador se había iniciado un año antes de la dictadura (con operaciones, corridas, y golpes económicos), y profundizado por ésta.
En 1989 la inflación fue de 3079%, acelerada desde 1988 con 388%, o desde 1987 (174%). En 1990, de pleno gobierno menemista y neoliberal la inflación siguió alta (2314%). La devaluación en 1988 fue de 222% y en 1989 de 11.783%, estabilizándose hacía 1990 con 198%.
Para que un gobierno conservador pueda generar un nuevo patrón de acumulación en corto plazo, sin perder legitimidad y gobernabilidad para que sea sostenible, precisa que la crisis se inicie antes de comenzar. Si la Argentina llega bien a diciembre de 2015 (ordenada, sin depresión, no importa que sea con auge económico), ni siquiera el macrismo tendrá la fortaleza para un cambio abrupto en el patrón distributivo. El gobierno de Cristina Kirchner parece haber tomado nota de esto, y ha fortalecido la macroeconomía en su recta final de gobierno como camino para sostener en el tiempo los logros conseguidos en estos 12 años. El éxito de esta estrategia, por otro lado, se verifica en que la oposición busca debilitar al kirchnerismo en este año a través de cuestiones que no son primordialmente económicas, porque la economía no deja esa punta, gracias a las acciones del gobierno al respecto (y todo esto sin explayarnos sobre la legitimidad social y política de las líneas de ayuda social del Estado).
Pero hay algo que no se dice, y que la historia ayuda a ver. Tanto en 1976, como en 1989 se iniciaron gobiernos neoliberales que empeoraron la distribución del ingreso, el desarrollo industrial y el poder adquisitivo de los trabajadores, cosa que se vincuala con el deterioro del mercado interno.
La historia muestra que el camino hacia el desarrollo tiene tres pilares: una macroeconomía más o menos estable, una relación manejable entre inflación y redistribución equitativa, y un nivel de endeudamiento que no ahogue la posibilidad del Estado de implementar políticas de desarrollo industrial y social.
En este contexto debe agregarse que tanto en 1976 como en 1989 se consolidaron gobiernos que expresaban un Estado destinado a la concentración económica. Pero hay un detalle que no debe perderse de vista para pensar cómo va a seguir la historia de la Argentina en 2016. Y tiene que ver con la historia económica inmediata anterior.
La concentración económica que lideró la dictadura en realidad comenzó en 1975 con el rodrigazo. En efecto, en 1975 la inflación fue de 182% (la de 1974 no había superado el 25%). La devaluación este año fue de 480%, y 116% en 1976. La inflación en 1976 fue de 444%. Esto da la pauta de que el plan conservador se había iniciado un año antes de la dictadura (con operaciones, corridas, y golpes económicos), y profundizado por ésta.
En 1989 la inflación fue de 3079%, acelerada desde 1988 con 388%, o desde 1987 (174%). En 1990, de pleno gobierno menemista y neoliberal la inflación siguió alta (2314%). La devaluación en 1988 fue de 222% y en 1989 de 11.783%, estabilizándose hacía 1990 con 198%.
Para que un gobierno conservador pueda generar un nuevo patrón de acumulación en corto plazo, sin perder legitimidad y gobernabilidad para que sea sostenible, precisa que la crisis se inicie antes de comenzar. Si la Argentina llega bien a diciembre de 2015 (ordenada, sin depresión, no importa que sea con auge económico), ni siquiera el macrismo tendrá la fortaleza para un cambio abrupto en el patrón distributivo. El gobierno de Cristina Kirchner parece haber tomado nota de esto, y ha fortalecido la macroeconomía en su recta final de gobierno como camino para sostener en el tiempo los logros conseguidos en estos 12 años. El éxito de esta estrategia, por otro lado, se verifica en que la oposición busca debilitar al kirchnerismo en este año a través de cuestiones que no son primordialmente económicas, porque la economía no deja esa punta, gracias a las acciones del gobierno al respecto (y todo esto sin explayarnos sobre la legitimidad social y política de las líneas de ayuda social del Estado).
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