Mayo de 2018: vorágine y mala praxis

Es notable la cantidad de acontecimientos políticos y económicos que ocurrieron en este mayo de 2018.

Desde la mayor devaluación del peso después de la salida del cepo, hasta la locura de no saber si volver a poner retenciones al campo, pasando por la vuelta al FMI. Sin dudas el peor mes en términos de construcción de un futuro mejor para todos desde que asumió Cambiemos.

Quiero destacar algunas pocas cosas. La primera es que el regreso al FMI sólo puede tener como interés encorsetar al Estado, ya que tanto si nos prestan 10.000 millones de dólares, como el récord de todos los deudores de 30.000 millones de dólares, vendrán con condiciones. Y estas condiciones en todos los casos debilitan al Estado, y en nuestro país, ello se traduce en concentración económica y en una peor distribución del ingreso, con amplia ventajas para los sectores transnacionalizados y una precarización creciente de los sectores PYMES que se abocan al mercado interno, y por supuesto un aumento de la pobreza y el desempleo.

En relación con esta lectura, cabe notar que el aumento de tarifas, en el orden del 1200% para luz y gas y casi 700% para el agua, sin mediar ningún estudio de estructura de costos ni de ganancias empresarias sólo perjudica mucho más el sistema social y productivo de la Argentina. Plantear que quitar el IVA a las tarifas puede generar un alivio es sólo otro eufemismo, por cuanto no es más que otro elemento de reducción estatal. Incluso cabe notar que empresas de servicios que tienen mayores ganancias sólo genera un comportamiento procíclico en el balance de pagos por cuanto estas empresas fugan muchas más divisas que las familias de trabajadores o jubilados de la Argentina.

Mientras la Argentina no tenga un plan productivo, con ventajas simuladas en la competitividad de sectores estratégicos, con cuidado de los trabajadores, sin forzar a la deslealtad impositiva al campo pero mucho menos desergulando su obligación de liquidar su producción exportada, no habrá solución a los problemas de largo plazo de nuestro país.

En este orden de cosas, toda la estrategia que emana el gobierno nacional: flexibilización laboral y financiera, desregulación de monopolios y tarifas, precarización de ingresos en pesos (para lo cual la inflación es una necesidad no un problema), apunta sin lugar a dudas a la reducción del poder estatal, tanto para redistribuir recursos, clave para el desarollo, como para regular empresas que deben comportarse a favor de objetivos productivos y no rentísticos como termina ocurriendo sin regulación.

Tristemente es posible que asumamos todos estos problemas cuando la crisis ya esté aquí y no antes.




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