Alto guiso a la cacerola

Lo que ocurrió el jueves y viernes pasados, fue anecdótico en términos concretos, pero fuerte -o ruidoso- por su peso conceptual.

No es la idea aquí reírnos de ellos (a lo sumo "con"), ni demostrar que la mayoría del país hoy hace guisos con sus cacerolas (a pesar del título), sino hablar estrictamente del fenómeno que nos convoca. Veamos.

Los cacerolazos tienen una historia fuerte en la Argentina, especialmente después de lo ocurrido en 2001. Se trata de una queja inorgánica sobre las decisiones tomadas por el gobierno, realizada por personas que, por lo general, no les gusta meterse en política y les parece oscuro todo lo que se hace desde las instituciones políticas. Causa y consecuencia, consecuencia y causa.


Algunas viñetas con pensamientos al respecto:

  • La política es el camino para transformar la realidad, la manera como uno se desenvuelva políticamente hace que sea más o menos posible alcanzar resultados concretos;
  • En este sentido el cacerolazo es político, pero es inorgánico y esto no es menor.
  • La militancia es un conjunto de personas que actúa políticamente de manera organizada con un fin común (social, económico, cultural, partidario, etc.). Es posible, pero muy poco probable, modificar la realidad social si se hace política sin militar en una agrupación organizada, bien conducida (!) y con fines sociales claros.
  • Más allá de su poca importancia, basada en lo anterior, y del conjunto de razones de la renuncia de De La Rúa, el cacerolazo de 2001 formó parte de la puja distributiva, obvio, como siempre, y fue porque el Estado no defendía los intereses de nadie que no fuera la patria financiera, los bancos acreedores de deuda, los beneficiarios de las privatizaciones, ciertos medios de comunicación, los grupos económicos locales (los de siempre, che: Goyo Companc, Soldati, Pescarmona, Rocca, Macri, Roggio, Lacroze y Fortabat, Bunge y Born, Bulgheroni, Minetti, Arcor, Bridas, entre otros tantos "que quieren al país"). En 2001 el Estado era mínimo porque defendía intereses poderosos, por tanto no precisaba más fuerza, el poder estaba fuera del Estado.
  • Cualquier expresión cacerolera similar en la época actual, ya no es porque el Estado es mínimo a favor de aquellos, sino porque es fuerte e interviene en la puja distributiva, a favor de los sectores vulnerables, que por supuesto tampoco son los que cacerolean actualmente. El Estado precisa poder porque ya no defiende a los poderosos, sino que los enfrenta y/ o los integra en función de la inclusión social.
  • Los que cacerolean son parte de un sector, inorgánico, de clase media alta y clase media, urbanas, que, por lo visto, les interesa conseguir dólares baratos. Y encuentran en la prensa concentrada un lugar interesante de exposición (aunque curiosamente esa misma prensa no haya hecho notas directas en el momento de los hechos, que ella misma se encargó de difundir).
  • Es curioso que un dólar caro no sea motivo de tanta intensidad en las demandas, pero un Estado que administra la compra de dólares porque está barato, sí lo es. Es decir, si el dólar estuviera a $6 y se pudiera comprar libremente habría menos quejas que ahora, que está a $4,5 y está administrado. Es curioso porque ambas cosas forman parte de decisiones del Estado, aunque en el primer caso se note menos. Claramente, la demanda urbana de estos sectores acomodados, se trata de una posición vaga en contra de un Estado que interviene en la puja distributiva.
  • Existe una diferencia entre quienes agitaban sus cacerolas en 2001, asociados -asimismo- a sectores populares que estaban sin trabajo y sumergidos en la pobreza y la incapacidad para consumir, y quienes las agitan ahora, asociados ya no a sectores populares sino, por el contrario, a sectores devaluacionistas (como el campo) y que se encuentran en una buena (o excelente) posición económica.
  • No obstante lo anterior, agredir a este sector sólo suma al problema. Es preciso atenderlo y entenderlo, para poder integrarlo a los beneficios del modelo o, en algunos casos, para poder explicarle por qué ya es beneficiario del modelo.
  • Desconocer expresiones sociales, por más vagas e inorgánicas que sean no suma a la tranquilidad social necesaria para construir un escenario de bienestar social general.
  • En general, uno de los problemas de la democracia es que no mide intensidades: 200 de estas personas parecieran ser intensamiente mucho más fuertes en su reclamo que el apoyo al modelo de otras 200 personas similares (no militantes) que son afines a las decisiones del gobierno nacional.
  • Existen distintas formas de integrar a este sector: la construcción de una oposición sensata que los represente en el marco de estructuras orgánicas, la comunicación correcta de todo lo que ocurre y todo lo que hace el Estado nacional por ellos, la generación de políticas sectoriales o focalizadas y, sobre todo, mostrar la comprensión del fenómeno.
  • No sólo el gobierno nacional debe prestarle más atención, la oposición, en función del punto anterior, tiene aquí el importante desafío de articular estos intereses con los que representa (en la medida que no sean exactamente esos).


En las Cartas de Lectores de La Nación, del martes 5 de junio de 2012, se publicaron dos posiciones de personas (cuya veracidad y autenticidad no se discute) que defienden esa metodología como forma de manifestarse en contra del gobierno nacional. Me pareció una ensadala hermosa que justifica un poco lo que vengo diciendo; las pego abajo (la negrita es mía).


Cacerolazo

Señor Director:

"Fui al cacerolazo del viernes. Tengo 18 años y carezco de fondos propios para comprar dólares. Lo hice por otros motivos: por la inflación constante que el Gobierno insiste en dibujar; por los millones invertidos por capricho en programas de fútbol cuando escuelas, hospitales y transportes públicos carecen de lo básico; por los miles de argentinos que sufren pobreza y desnutrición; por la descalificación constante de maestros, periodistas y opositores; por los claros casos de corrupción que el Gobierno continúa negando; por la desobediencia notoria que hacen los gobernantes de la Constitución que juraron respetar; por los «desaparecidos de la democracia», que mueren cada día por la «sensación» de inseguridad."Por todo esto, entre otras cosas, hice sonar mi cacerola."

María del Rosario Estruga

rochiestruga@hotmail.com

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Cacerolazo II

Señor Director:


"El viernes estuve en el cacerolazo. Sin embargo, me indigné al ver cómo lo reflejaron los medios. No éramos ni 200 ni 100 personas, éramos muchas más. Formamos parte del 46% que no votó a este gobierno y estamos disconformes. ¿Qué importa dónde vivimos, qué departamento tenemos o qué auto? Protestamos con argumentos, no con violencia. Porque nos mueve el amor por este país, no porque nos pagaron. Pedimos medicamentos, pedimos conferencias de prensa, pedimos decidir nosotros si comprar dólares o no, pedimos justicia por la tragedia de Once, pedimos que también a nosotros nos tengan en cuenta. Y porque parece que nuestros dirigentes olvidaron que esto es una democracia golpeamos las cacerolas para que la Argentina sea lo que siempre soñamos."


Natalia Saavedra

DNI 37364610

Comentarios

Nahuel Arias dijo…
Partamos de una base, los creadores y defensores del modelo, pertenecen a la misma clase (o incluso a una más alta) de la que hizo el cacerolazo.
Además, a mi entender, la pujo distributiva llegó en cierta medida a sectores vulnerables, pero se expresó en mayor medida (por su exposición pública, claro) en los patrimonios de los mismos creadores y defensores de este modelo.
Modelo el cual parece ser un ente rígido, sin lugar a correcciones a partir de errores propios y ajenos, y cuyo único propósito parece residir en su propia profundización, siendo una especie de caníbal que se come a sí mismo, debido a que parte de su "alimento" principal (dinero, dólares específicamente) se ha acabado.
Por otro lado, creo que la militancia ciega y obediente puede conducir a cambios políticos, pero una vez alcanzado ese cambio, se torna inaceptable su optimización o corrección, por más que la experiencia indique y solicite los mismos. Esto último debido a la misma razón que provocó primigeniamente el cambio: la obediencia ciega.

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