Cambios sí, crisis no

En la Argentina por lo general, desde 1974 para acá, cada crisis generó una distribución del ingreso más inequitativa que la crisis anterior.

De este modo, luego de la tremenda transferencia de ingresos a los sectores concentrados, la destrucción industrial y la ruptura de todo bienestar social producido durante la dictadura, la crisis de 1988/91, llevó el bienestar social a un punto anterior al alfonsinismo, la crisis de 2001 (y 2002) por su parte, generó que la distribución del ingreso y la pobreza caigan al peor punto de la historia de la Argentina.

Las crisis en la Argentina no son inocuas, están vinculadas a asociaciones (tácitas o explícitas) de actores económicos con intereses creados, y que ya saben muchas veces cómo van a resolver la salida de la crisis antes de que ocurra. En el medio, los gobiernos que se oponen a estos actores pierden definitivamente.

En este momento, ante una restricción del sector externo, que no es ni por asomo una crisis de ningún sector, ni de aquellos con ingresos fijos en pesos ni mucho menos de los más vinculados comercialmente con el exterior (que están de bastante bien -exportadores con generación de mano de obra, MOA y MOI- o excepcionalmente bien -exportadores sin generación de mano de obra, PP-). De hecho, los niveles de desempleo (por debajo del 7%) y los niveles del consumo (creciendo 8% anual, por encima del conjunto), claramente generan tensiones de competitividad pero al tiempo que niegan que se pueda hablar de ningún tipo de crisis social.

Las exportaciones crecieron un 3% en 2013, alcanzando los U$S83.000 millones. Dentro de las cuales crecieron un 3% las MOI (manufacturas industriales), un 9% las MOA (alimentos) y un 1% los PP (commodities). Las expo de combustibles bajaron un 24%.

Las importaciones crecieron un 8% en 2013. De las cuales, un 8% crecieron los bienes de capital (generalmente vinculados con inversiones). En 2012 la impo de bienes de capital disminuyeron un 15,5%. Pero habían aumentado un 32% en 2010 y un 19% en 2011.

Así las cosas, el saldo comercial de 2013 bajó un 27%. Y el total de la industria asimismo disminuyó un 0,2%  en 2013.  Crecieron principalmente contra 2012, los minerales no metálicos, la industria automotriz (que a su vez engrosó el déficit comercial en la misma proporción), el azúcar, entre otros. Bajaron contra 2012, el sector de edición e impresión, la metalmecánica, el tabaco, la molienda de cereales, entre otros.

Cabe destacar, en una mirada de mayor plazo, que la industria creció en la última década en términos reales un 78% (apenas por debajo del conjunto del PBI). En este mismo lapso, creció, lógicamente en función de lo anterior, el empleo industrial, y se logró que éste no sea expulsado en los momentos más difíciles, cosa que sí ocurrió en los 90s.

Así las cosas, algo iba a tener que ocurrir para seguir sosteniendo mínimamente esta configuración. Lo que ocurrió fue la decisión de acelerar la devaluación (que sabemos puede lastiamr a los trabajadores vía precios, pero sin ella quizá las consecuencias hubieran sido peores; esta clase de decisiones se vinculan con gobernar un país complicado).

Cabe celebrar la iniciativa del Estado, aunque cabe lamentar las restricciones económicas y políticas que empujan a este tipo de medidas y complican el sostenimiento de los niveles de inclusión alcanzados. Además los niveles de empleo y consumo están en niveles saludables, no perfectos, sino saludables, con lo cual, es posible que se vean afectados, y se sienta. Como contra-ejemplo en 2001 la situación era tan terminal que el dolor generado, realmente fuerte, quizá no se sintió tanto porque no había tanto margen para estar peor.

En este escenario es posible que se registren tensiones interesantes. Buscando que los cuellos de botella del modelo no lastimen al conjunto de la sociedad como ocurrió en las últimas crisis. En la medida que no haya una expulsión de trabajadores y que los salarios se vean recompuestos en paritarias, a la vez que el Estado siga compensando a los sectores vulnerables (p.e.: auh, progresar, jubilicaiones, salario mínimo, etc.), asistimos a un país cuyo punto de equilibrio e inclusión social es cada vez más alto. El éxito del gobierno radica en que luego de tantos años de estar a cargo de la cosa pública, sabe encontrar los márgenes presupuestarios y políticos para seguir generando planes de inclusión (ProCreAr, Progresar, etc.).

Y la única forma de llegar a esto es gracias a la iniciativa del Estado, que no deja que las variables busquen su libre equilibrio y por tanto se pueda beneficiar más a los sectores que más trabajo dan, permitiendo inversiones (que en 2011 fueron récord con 24,5% del PBI y en 2013 cerrarán arriba del 23%, valores saludables para la Argenitna) aunque no sean los más competitivos.

Todo esto eleva el escalón mínimo de inclusión de la Argentina para hacer frente a las crisis, de manera tal que cada crisis, de existir, no lleven al país a una situación peor a la última gran crisis anterior, como ha ocurrido en los últimos 40 años de nuestra historia reciente. Pero sobre todo, estos niveles de inclusión y democracia permiten pensar en que las crisis ya nunca serán como fueron, no es fácil, pero conviene apostar a esto.







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