Espert... ¿quién es este ñato?

A continuación se reproduce en negrita una nota (sin desperdicio, o sí, con bastante) que publicó Espert en el diario La Nación el día domingo 17 de julio de 2011. A medida que avanza la nota, en azul, se efectúan algunas reflexiones. 

¿Se "indeksará" también el Banco Central? Ver nota completa acá.


Primero que nada llamemos la atención sobre una nota que el mismo autor publicó durante diciembre de 2008, en la cual fue igual de apocalíptico, incluso, entonces, llegó a pronosticar un nuevo "default". Este muchacho no resiste un archivo: la realidad no lo acompaña en sus análisis.




Cuando la presidenta Cristina Kirchner decidió dar la batalla por la ley de medios (que, finalmente, ganó, a pesar de la derrota en las elecciones legislativas de mediados de 2009), uno de los argumentos que esgrimió fue que era necesario terminar con la deformada realidad virtual que los "destituyentes" medios independientes les presentaban a sus gobernados. 

¿Ganó? Falta la aplicación del artículo 161, porque el grupo Clarín tiene aún resortes en la patria judicial del amparo... Evidentemente con este hombre no es fácil estar de acuerdo, ni siquiera cuando dice algo que a uno le podría gustar.


Para la Presidenta, la realidad (verdadera) es aquella en la que el prólogo del libro Nunca más , redactado originalmente por el genial Ernesto Sabato, más de un cuarto de siglo después es reescrito por ella y su extinto marido para abolir la teoría de los dos demonios, como si los guerrilleros setentistas hubieran sido "simples idealistas equivocados". Es aquella en que la inseguridad consiste en sólo una "sensación", antológica frase del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, a pesar que la criminalidad no cesa. 

Llegaba a decir la "realidad efectiva" y nos caíamos de espalda. Es muy fuerte, en sólo dos párrafos deja claro que quiere agredir los principales íconos ideológicos kirchneristas. Y, si bien se trata de un economista, hace un rodeo que termina vinculando sin ningún criterio a los montoneros con la criminalidad. Es sano no perder de vista la historia, la manera cómo se dan los hechos, cómo transcurre el tiempo y cómo actúan los actores sociales, reivindicar acciones pasadas o criticarlas si es preciso en función de una construcción social. ¿Pero acaso Espert no forma parte de un sector que critica una revisión histórica de los hechos? ¿Si él va a hablar de economía actual es necesario este repaso a favor de los dos demonios?


La realidad K es la de las mensuales conferencias de prensa del ministro de Economía, Amado Boudou, cuando dice que hay superávit fiscal a pesar de que el BCRA no para de emitir moneda y entregarle reservas internacionales al Gobierno para que éste pueda pagar sus cuentas. La realidad K es aquella en la que el Gobierno elimina las AFJP "para recuperar los fondos de los trabajadores" (otras veces son de los jubilados), cuando en realidad los K le robaron a la gente los ahorros que tenía para su vejez para hacerse de caja y seguir financiando un gasto público ineficiente, demagógico, clientelista y corrupto, que encima genera déficit fiscal, a pesar de que la recaudación de impuestos supera la friolera de $ 700.000 millones anuales. 

En el párrafo anterior Espert hace una defensa encubierta de la especulación financiera. Defiende el pago de deuda con más deuda, sugiere que baje el gasto público pero no en lo que hace al pago de los servicios de la deuda (un lugar común del neoliberalismo argentino), invita a pensar que los fondos de las AFJP eran de los jubilados cuando estaban privatizados pero ahora que fueron expropiados y están en manos del Estado dejaron de serlo (¿qué criterio tiene esto?), no importa si estos fondos se duplicaron en 3 años o si ayudaron a sostener la política más inclusiva de los últimos 55 años (la AUH), nos quiere hacer pensar que la política es (todo) corrupción, un poco para que el mercado "liberado" vuelva a ser devorador y expulsivo, en favor de los más grandes agentes y las corporaciones patronales, y otro tanto para que la política establezca (la política no se va: establece) pautas para volver al sendero de la explotación, desmovilización, des-organización y disciplinamiento social. Es curioso, porque es una defensa bastante transparente del modelo argentino de los noventa. Si fuera más inteligente ensayaría una defensa seria, sin tocar puntos que tienen consenso respecto de lo negativo que resultaron los noventa.

No es casual que hable del desendeudamiento estratégico y de la estatización de los fondos solidarios destinados a las jubilaciones y las pensiones. Se trata de las principales medidas mencionadas por la presidenta como columnas del modelo a profundizar y elementos para apoyar su elogio a Amado Boudou, a quien eligió para que la acompañe en ello. 

La realidad K es aquella en la que la inflación del Indec, la inflación oficial del país, no supera el 10% anual, a pesar que los institutos de estadísticas provinciales y universidades prestigiosas dicen que está en un piso del 25% anual. Y luego el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, la combate multando e iniciando acciones penales a los economistas que miden privadamente los precios (muchos de ellos están desahuciados luego de practicar durante años un "economicismo militante"). 

Las críticas contra la inflación esconden el viejo e interesado capricho de enfriar la economía. Lo cual puede tener varios objetivos: entre ellos cabe mencionar que sería un factor para debilitar al movimiento obrero. Guillermo Moreno también es blanco de críticas. Una persona que no cae bien entre el empresariado vernáculo, no por lo que hace mal (utilizar los mismos códigos que esos empresarios) sino por lo que hace bien. Detrás de enfriar la economía se esconde que más personas accedan a menos bienes y servicios. Y detrás de esto se esconde también menos bienestar social. Y más desigualdad. No extraña que los que se sienten distintos (vaya a saber en qué) quieran modificar la situación cuando se los busca igualar cada vez más al resto. 


La realidad K es aquella en la que a John Maynard Keynes, el padre de la macroeconomía moderna y uno de los economistas más influyentes de la historia, el kirchnerismo le hace decir -como ocurrió en las recientes Jornadas Monetarias del BCRA- que cuando la economía está recalentada (como la nuestra hoy) hay que bajar la tasa de interés para que sea más negativa en términos reales y promover así una sobreinversión en capital físico, cuya mayor oferta de bienes baje los precios. 

¿Es importante quién dijo qué o lo verdaderamente importante es cuál es el objetivo final de las políticas públicas? Si una "economía recalentada", al decir de este hombre, es necesaria para que cada vez más personas accedan a más bienes y servicios, y para que el movimiento obrero se haga más fuerte, y para que sea mayor la igualdad social, bienvenida sea.


La realidad keynesiana es completamente diferente a la mentira "kirchkeynesiana". En el 30, la verdadera preocupación de Keynes no era ni la política antiinflacionaria ni la política anticíclica, sino sacar la economía mundial de la Gran Depresión y salvar al capitalismo de la amenaza bolchevique, para lo cual promovía la aplicación de políticas fiscales deficitarias, expansivas de la demanda interna. 

 Claramente, para lo único que sirve expandir la demanda agregada es para evitar la amenaza bolchevique. ¿Alguien se atreve a dudarlo?


¿La realidad del kirchnerismo gobernante será una que mostrará, desde los balances del Banco Central, que las reservas internacionales no caen cuando en realidad, muy probablemente, lo harán de manera significativa de ahora en más? 

¿O sea que se acabó el "viento de cola" que permitía sumar divisas? ¿O las tasas de interés reales no alcanzan para una especulación financiera que permita ingresar suficientes divisas especulativas como le gustaría a Espert?


Porque fruto de las muy expansivas políticas monetarias ("Deme dos para todos") y fiscales (todo el mundo quiere un conchabo en el Estado) que el Gobierno aplica, hay una caída tan grande en la tasa de ahorro local que desde 2007 inclusive (hace ya cinco años) desapareció el superávit fiscal (el gasto público hoy es récord en la historia argentina desde 1810) y en 2011 reaparecerá, después de una década, el déficit de las cuentas externas (exportaciones menos importaciones de bienes, servicios reales y servicios financieros). Si le agregamos una fuga de capitales que estará en el orden de los US$ 17.000 millones, la mesa está servida para que por primera vez desde la crisis de 2001/2002 el BCRA comience a tener pérdida de reservas.

La explicación no es rigurosa, no está claro por qué pasaría esto o aquello. Las reservas son récord actualmente con casi 52.000 millones de dólares. Por otro lado, una tensión a la apreciación del dólar y a la devaluación del peso es perfectamente administrable para encontrar puntos de equilibrios para la competitividad y el desarrollo económico. Es posible y lógico que, en un año electoral, se evite una devaluación fuerte para evitar una tensión sobre algunos precios domésticos, y el BCRA es fuerte para ello.  



Esto, en sí mismo, es delicado, pero lo que es directamente grave es que, en vez de moderar las políticas que llevan a la pérdida de reservas (US$ 500 millones en poco más de seis meses), se ataque a sus consecuencias. Está mal cerrar la economía a la competencia importada porque conspira contra el crecimiento sostenido de largo plazo y porque en el corto plazo acelera la inflación, Brasil nos seguirá parando los embarques de autos, China los de soja y nos costará demasiado cerrar el tan buscado (por el Gobierno) acuerdo con el Club de París. Además, por estos y otros motivos, la fuga de capitales seguirá siendo alta y "limando" las reservas del BCRA.

En los últimos meses las reservas no crecieron tanto como otros años, es verdad. Pero para eso existen: para mantener bajo control las fluctuaciones monetarias, cambiarias, financieras, productivas y comerciales. El BCRA mantiene en equilibrio un sistema que no es el mismo que existía hace 10 años, un sistema pensado para la inclusión y ya no para la especulación. El problema de Espert es que detesta que haya bajo control resortes que empujan al desarrollo económico y que la influencia de los especuladores sobre el valor de la moneda sea mínima. Los argumentos del artículo apuntan a una nueva desindustrialización, o sea a reducir la importancia del trabajo argentino. No creo que sea aceptado ni siquiera por todos los lectores de  La Nación. Y cierra con una amenaza o con un deseo: "la fuga seguirá siendo alta", una amenaza que actualmente no roza los escritorios de gobierno, gracias a un Estado que se ha hecho fuerte, y que tiene bajo control las principales variables macroeconómicas.

¿Qué ha hecho hasta ahora el BCRA con la información sobre moneda, reservas y su patrimonio? Mentiras, aparentemente, no hay, y si así fuere, todavía no se notan o son una delikatessen, comparadas con los precios de Moreno o los números fiscales de Boudou. Lo que sí ocurre es que sus informes tienen cada vez menos información, luego de haber desaparecido columnas o filas que dicen algo y de haber sido reemplazadas por el infaltable rubro "Otros", o sea, "Nada". ¿Se animará Mercedes Marcó del Pont a adulterar el balance del BCRA que preside para no mostrar caída en las reservas internacionales? ¿O con algunas operaciones de pase con bancos centrales del exterior se podrá "maquillar" la pérdida de reservas que genera la política económica que ella misma defiende con enternecedora vehemencia? 

Está muy claro que los intereses que defiende Espert atacan un BCRA en sintonía con el Proyecto Nacional y Popular, porque detrás del eufemismo de la importancia de la autonomía de la entidad se encuentra el deseo de alejar el Estado de su rol activo en el desarrollo. El Estado actualmente es pensado especialmente para resolver las disparidades entre grandes y chicos, ergo cuanto menos Estado más fuerza tienen los grandes que defiende Espert. 

No hay dudas que existen muchos desafíos en el Estado actual, innumerables (salario mínimo - trabajo registrado, transformación de la estructura tributaria, transformación de la burocracia de gestión estatal, mayor igualdad regional en todo el país, saneamiento de la vieja política todavía enquistada en todas las esferas, etc), pero tampoco hay dudas que los avances de los últimos ocho años muestran que el camino no es hacer alguna cosa distinta, sino, por el contrario, la solución es profundizar lo que se ha hecho.


El autor es economista. Ponele


Comentarios

RDM dijo…
Me queda claro que es más interesante tu análisis que las afirmaciones del columnista, huérfanas de fuentes de información (fundamentales a la hora de ciertas afirmaciones contundentes) y sobreabundantes en intenciones de disfrazar objetivos sectoriales de "necesidades sociales".

Igual, me parece que en el medio cuela algunas cosas que es importante poner en agenda para discutir adecuadamente, en lugar de hacer una defensa cerrada que, a la larga, atenta contra nuestras capacidades de defender lo que queremos defender. Obviamente, no son descubrimientos de él, que está lejos de ser un investigador avezado.

Lugar destacado para las ironías, mucho más contundentes que tu propio análisis.

Abrazo.
RDM
maria luz dijo…
bueno en lineas generales comparto tu análisis, sobretodo en la critica a la nota que haces referencia.
Comparto tu defensa del modelo, pero que eso no nos ciegue...y me refiero a la inflación por ejemplo, si queres, le decimos "aumento de precios" no es una sensación, es una realidad, si negamos el problema, a la larga lo vamos a pagar caro.
Creo que hay que focalizar no en multar a los que miden la inflación, sino a controlar los precios, en serio, y sobretodo de los alimentos, que es lo que mas impacta negativamente en los trabajadores, a quienes este proyecto apela permanentemente. Es una idea...
Mariano T. dijo…
Al final parece que tenía bastante razón Espert, aunque no toda.

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